Los beneficios que comporta una sociedad bien drogada

Llevan más de una década incitando a la población a consumir cannabis a través del cine y de los medios de comunicación que ellos controlan, y al parecer ahora van a por todas. Si hacemos caso a las voces que nos advierten que los amos de estos medios y de las multinacionales del espectáculo son también los organizadores del tráfico de drogas a escala mundial, y si creemos a quienes nos informan de los perjuicios que el consumo de esta droga comporta para la salud y sobre todo para el buen funcionamiento del cerebro humano, y además nos damos cuenta de que estas consecuencias negativas casi nunca se mencionan, sino que, antes al contrario, se nos ocultan a la vez que se nos repiten machaconamente las supuestas bondades del cannabis, podremos llegar a la conclusión de que el objetivo de la legalización no es precisamente acabar con el tráfico, sino hacer que aumente el número de consumidores. Porque una legalización bienintencionada debería estar precedida de una fuerte campaña de concienciación claramente contraria al uso de las drogas, que detallase uno a uno sus efectos negativos. Y no lo que vienen haciendo desde hace años los asesinos que rigen el mundo desde sus reuniones secretas.

Nada se dice de los fracasos de Suecia y Alaska, ni del progresivo cierre de los locales expendedores de los Países Bajos. Es probable que California claudique mañana, y a partir de entonces será de esperar un aumento de la presión para que la legalización se extienda por todas partes. En España, donde el consumo de drogas es uno de los más elevados de Europa, la legalización ya existe de facto: jóvenes y viejos se pasan los porros sentados en las terrazas de los bares, en los bancos de las plazas y en los jardines de las universidades, y la policía ni está ni se la espera. Las cadenas de televisión revisten el consumo de esta droga de normalidad y de cierto encanto en horario infantil, y el Ministerio fiscal ni está ni se le espera.

Luego ya, lo que pase en el seno de miles de familias, eso queda de puertas para adentro, eso no se cuenta, como ocurre con el alcohol. Los beneficios que el aumento del número de drogadictos y por ende de enfermos mentales reporta a una clase política corrupta y traidora tampoco se mencionan. Porque las protestas de los drogadictos rara vez van más allá de las peticiones de legalización. Ante una realidad difícil de soportar, prefieren refugiarse en sus drogas con resignación en lugar de estudiar de qué manera podemos entre todos colaborar con el fin de conseguir que la realidad mejore.

La toxicomanía generalizada no es ni mucho menos el único factor, pero sí que ha tenido que pesar bastante para que aquí masacren a doscientas personas con el claro objetivo de provocar un brusco cambio político, y los organizadores de la matanza sigan tranquilamente sentados en sus despachos. Ha tenido que pesar bastante para que los caciques regionales y sus clientes puedan destrozar la estructura de uno de los Estados más antiguos de Europa llevándolo a la ruina sin que los millones de parados que hay en este momento en nuestro país atinen a relacionar su lamentable situación con la pésima gestión de aquéllos y se tiren a la calle. Ha tenido que pesar bastante para que nuestras ciudades sean el objeto de fumigaciones descaradas y nadie proteste por ello.

No, no se nos ha ido la pinza. Animamos a quienes tengan a bien leernos a que observen lo que pasa en el cielo a diario.

 

Fotografía: Sinitta Leunen