Estelas químicas: los efectos de los metales tóxicos y los aerosoles químicos en la salud de las personas

Publicamos a continuación la traducción al español del artículo Chemtrails: The Consequences of Toxic Metals and Chemical Aerosols on Human Health, escrito por Ilya Sandra Perlingieri y publicado por primera vez en el portal Global Research el 7 de mayo de 2010.

http://www.globalresearch.ca/chemtrails-the-consequences-of-toxic-metals-and-chemical-aerosols-on-human-health/19047

ESTELAS QUÍMICAS: LOS EFECTOS DE LOS METALES TÓXICOS Y LOS AEROSOLES QUÍMICOS EN LA SALUD DE LAS PERSONAS

Primera parte.

Por la Dra. Ilya Sandra Perlingieri

Sabemos desde hace varias décadas que los metales pesados y las sustancias químicas pueden causarnos graves daños físicos. Desde que se publicara La primavera silenciosa [Silent Spring, 1962], de Rachel Carson, hemos recibido bastante información y conocemos las graves consecuencias de la exposición a estos venenos y de su utilización en nuestras actividades cotidianas. Está documentado que miles de estas sustancias son cancerígenas.

A partir de la investigación revolucionaria de Carson, también sabemos que ciertos tipos de productos químicos pueden perturbar (y de hecho lo perturban) todo el sistema inmunitario de los seres humanos (y de otros animales). Hace 30 años, los científicos estaban investigando lo que se terminó denominando interruptores endocrinos [sustancias químicas que alteran el equilibrio hormonal de un organismo] y cómo afectaban a las ranas (que a veces presentaban cinco patas o características hermafroditas), a otros animales acuáticos y a los mamíferos. Estos animales jugaban el mismo papel que los conocidos canarios de las minas de carbón.

El doctor Theo Colburn, Dianne Dumanoski y John Peterson Myers, autores de otro libro innovador, Nuestro futuro robado [Our Stolen Future, 1996], demostraron claramente que, cuando se trata de los interruptores endocrinos, uno más uno no es igual a dos. Más bien, en una pesadilla de proporciones matemáticas, estos venenos actúan de una manera sinérgica, y 1 + 1 puede ser igual a 1.600 veces la dosis original.

También estamos expuestos con regularidad a más de 100.000 sustancias químicas, y la mayoría de ellas nunca han sido analizadas para evaluar sus efectos en nuestra salud, de modo que no se ha hecho casi nada para reducir la exposición de las personas a una infinidad de productos químicos peligrosos. De hecho, en la última década, el gobierno de Bush derogó muchas leyes de protección ambiental que llevaban 30 años en vigor para que las empresas quedasen exentas de culpa (fijémonos en lo que está pasando [en 2010] en el Golfo de México con el derrame de petróleo de BP ).

Aunque la información relativa a los riesgos que entrañan los interruptores endocrinos está en la actualidad muy extendida gracias a los portales de Internet, todavía no es muy conocida por el ciudadano medio que se informa principalmente a través de los medios de comunicación (1).

La mayoría de estas sustancias químicas altamente tóxicas son invisibles y, por lo tanto, nuestro radar colectivo no las detecta. Con el alto nivel de estrés creado por la crisis financiera deliberadamente orquestada (en la que millones de personas han perdido sus empleos y sus hogares), ya no son prioritarios ni el deterioro de un medio ambiente que se desmorona ni los graves problemas de salud, sobre todo cuando los noticiarios de los medios de comunicación dan muy poca información al respecto.

Este escenario desastroso es solo una parte del panorama más amplio que Naomi Klein describe en su libro La doctrina del shock [The Shock Doctrine, 2007]. Padecemos tantas crisis importantes, una detrás de otra, que nos cuesta mantener el ritmo de nuestra rutina diaria, quedarnos a solas, disponer de tiempo para leer y considerar las repercusiones que tendrán en nuestra salud estas cantidades enormes de metales pesados y productos químicos que han envenenado toda nuestra cadena alimentaria y, por ende, nuestra supuesta «salud». No hay que olvidar que nosotros estamos en la cúspide de esta cadena alimentaria destrozada.

Sin embargo, actualmente existe otra fuente de toxicidad mucho más insidiosa que no está siendo abordada en absoluto por ninguno de los medios de comunicación controlados por las grandes compañías, y que afecta a nuestra propia supervivencia. No obstante, cada vez hay más investigadores independientes que sí que se ocupan de ello y que publican informes en Internet respaldados por pruebas.

Durante más de una década, primero los ciudadanos de los Estados Unidos y después los ciudadanos de Canadá hemos sido sometidos a una agresión continua, las 24 horas del día y los 365 días del año, perpetrada sobre nuestras cabezas por medio de aerosoles compuestos de una mezcla tóxica de metales pesados, productos químicos venenosos y otros ingredientes nocivos.

Ningún medio de comunicación ha informado sobre este asunto. El Departamento de Defensa [US Department of Defense o DOD] y el ejército de los Estados Unidos han estado cubriendo sistemáticamente nuestros cielos con lo que se conoce como chemtrails o estelas químicas (actividad también conocida como geoingeniería estratosférica de aerosoles). (2)

Estas estelas son muy distintas de las estelas de avión habituales que se evaporan con bastante rapidez en el cielo. Los chemtrails o estelas químicas no se disipan. Mejor dicho, los aviones (equipados con pulverizadores especiales) liberan «líneas» de aerosoles en el cielo que no se evaporan. Numerosos aviones son desplegados y vuelan en paralelo a gran altura (a veces trazando una cuadrícula), y al rato el cielo queda cubierto con un montón de líneas de un color blanco grisáceo (que pueden tener una longitud de varias millas, aunque esto puede variar). Al principio, estas líneas son delgadas, pero se van expandiendo y, al cabo de poco tiempo, terminan mezclándose. El antiguo azul de nuestro cielo ha desaparecido y ha sido sustituido por una neblina tóxica de color blanco grisáceo que tapa y reduce enormemente la luz de nuestro sol.

Hay más de 60 programas secretos en los que intervienen aviones militares y comerciales. El año pasado, cuando volé a través del país, vi un avión de United Airlines que volaba por debajo de nosotros a unos 37.000 pies y que atravesó el cielo dejando un aerosol negro a lo largo de muchas millas. En este programa clandestino participan actualmente aviones que fumigan con aerosoles en América del Norte, Europa, Australia y Nueva Zelanda (todos ellos países de la OTAN).

Cientos (si no miles) de personas han pedido explicaciones por teléfono y por escrito a la Administración pública, pero no han obtenido respuesta ni de la Administración estadounidense ni de la canadiense, y si acaso les llegan a responder, es para desestimar las solicitudes. Este encubrimiento deliberado sigue hasta hoy. Nadie rinde cuentas, y mientras tanto nos siguen envenenando a diario.

Sin embargo, esta no es la primera vez que los ciudadanos son utilizados como sujetos experimentales de laboratorio. El gobierno de los Estados Unidos y su ejército tienen un largo y sórdido historial en lo referente a la utilización del pueblo, sin su consentimiento, de esta forma ilegal. Como Carole Pellatt señala:

«El ejército estadounidense ha estado fumigando a la población civil con armas químicas y biológicas en pruebas realizadas al aire libre desde la década de 1940. Se denominan «pruebas de vulnerabilidad» [vulnerability tests], y con esta afirmación no pretendo crear una polémica. El ejército ha reconocido esta práctica en muchas ocasiones y existen numerosos documentos del gobierno que lo corroboran. También está documentada la emisión experimental e intencionada de radiaciones sobre la población civil. Por desgracia, esta información suele salir a la luz mucho después de que hubiera podido salvar vidas o aliviar el sufrimiento de las víctimas». (3)

Durante la última década, los análisis independientes de las sustancias con las que nos fumigan, realizados por todo el país, han demostrado que se trata de una mezcla peligrosa, extremadamente venenosa, de bario, nanofibras de vidrio con revestimiento de aluminio (lo que se conoce como «chaff» o reflectores antirradar), torio radiactivo, cadmio, cromo, níquel, sangre desecada, esporas de moho, micotoxinas [sustancias tóxicas producidas por hongos] amarillas, dibromuro de etileno y fibras de polímeros.

La toxicidad del bario puede equipararse a la del arsénico. (4) Se sabe que el bario perjudica al corazón, y el aluminio tiene un largo historial como elemento que daña las funciones cerebrales. Los investigadores y laboratorios independientes siguen demostrando que los niveles de estos venenos están muy por encima de lo normal. Varios funcionarios «anónimos» han reconocido que las fumigaciones de aerosoles se están llevando a cabo actualmente. (5)

Se han realizado numerosos análisis para confirmar que la toxicidad de estos venenos supera los límites normales. Está documentada su presencia en nuestra agua, en nuestro suelo y en nuestro aire. El investigador Clifford Carnicom lleva más de diez años informando sistemáticamente y con valentía sobre los diversos aspectos perjudiciales de estos aerosoles y lo que le están haciendo a todo nuestro entorno natural, así como a nuestra sangre. (6) Varios grupos de «vigilantes del cielo» [sky watchers] también hace tiempo que documentan minuciosamente estas agresiones diarias e informan sobre ellas con diligencia. (7)

Si todos estos venenos están a nuestro alrededor cada vez que respiramos, no nos debe sorprender que se haya producido un aumento drástico de las enfermedades. Existen numerosos informes sobre el aumento de las muertes cardíacas y de las enfermedades de las vías respiratorias altas (asma, bronquitis crónica, cáncer de pulmón y, con frecuencia, múltiples enfermedades crónicas). La toxicidad de las fumigaciones ya ha afectado notablemente a nuestra deteriorada «salud colectiva». El aumento significativo de las enfermedades cardiovasculares y de varias enfermedades de las vías respiratorias altas se ha relacionado con el incremento del material particulado [o partículas en suspensión] en nuestro aire. Lo podemos ver gracias a algunas estadísticas reveladoras:

  1. La cardiopatía coronaria es la principal causa de muerte en los Estados Unidos. Según los Centros para el control y prevención de enfermedades [Centers for Disease Control and Prevention o CDC], 631.636 personas (es decir, 1 de cada 5 estadounidenses) murieron de enfermedades del corazón en 2006. (8) En Canadá, cada siete minutos alguien muere de una enfermedad cardiovascular. (9)
  1. El asma y las enfermedades de las vías respiratorias altas. Entre 100 y 150 millones de personas sufren de asma en todo el mundo. En los Estados Unidos padecen asma 16,4 millones de adultos y 7 millones de niños. En cuanto a la bronquitis crónica y el enfisema pulmonar, a 9,8 millones de estadounidenses les diagnosticaron bronquitis crónica en 2009; los aquejados de enfisema son 3,8 millones. (10) Total: 37 millones de estadounidenses afectados. En Canadá hay 2,4 millones de personas a las que se les ha diagnosticado asma.
  1. El material particulado como componente de la contaminación atmosférica. El material particulado [particulate matter o PM] está compuesto por pequeñas partículas de 10 micras o menos (1 micra es aproximadamente 1/70 del grosor de un cabello humano). Estas partículas pueden alojarse en la parte más profunda de los pulmones y al cabo de cierto tiempo pueden dañar la función pulmonar. Este tipo de contaminación, que respiramos todos los días, puede causar y de hecho causa varias enfermedades del tracto respiratorio superior, cardiopatías coronarias y el envejecimiento y la muerte prematuros. El material particulado también puede agravar cualquier enfermedad existente. (11)

Preguntas sin respuesta: ¿El peligroso material particulado actúa en el cuerpo humano de forma sinérgica, al igual que los interruptores endocrinos? ¿De qué manera afecta el material particulado a los millones de personas que ya padecen múltiples enfermedades crónicas?

EL DAÑO CEREBRAL

Aunque hayan aumentado las enfermedades evitables o prevenibles, la cuestión que ni se ha abordado ni se ha relacionado con lo que Clifford Carnicom llama acertadamente «crímenes con aerosoles» es el deterioro de la función cognitiva. Nuestro sistema inmunitario ya se encuentra sitiado a diario, y esto ha dado lugar a que millones (posiblemente miles de millones) de personas no solo tengan una enfermedad, sino que con frecuencia padezcan múltiples enfermedades.

La piel, el órgano más extenso de nuestro cuerpo, es una membrana permeable. Esto significa que las sustancias tóxicas invisibles presentes en el aire, entre ellas las de las fumigaciones y otros productos químicos de alta peligrosidad, se meten directamente en nuestra piel. Lo mismo ocurre con el agua de lluvia envenenada (o con la nieve que roza nuestra piel). Cuando el aire que respiramos contiene tal variedad de sustancias tóxicas peligrosas, cada vez que lo inhalamos estos venenos atacan a todo nuestro sistema inmunitario. Pero también afectan a nuestro cerebro y, por ende, a nuestra función cognitiva.

El aluminio es uno de los principales componentes de estos aerosoles. Aunque es el metal más abundante de nuestro planeta, nuestro cuerpo no lo necesita para realizar sus funciones biológicas. La Red de asociaciones norteamericanas contra el empleo de pesticidas [Pesticide Action Network North America o PANNA] lo describe en su lista como «tóxico para los seres humanos por su carcinogenicidad, por su toxicidad en la reproducción y en el desarrollo, por su neurotoxicidad y por su fuerte toxicidad». (12) Sin embargo, el aluminio es de uso general (y esta lista se queda corta) en las vacunas, en los desodorantes y antitranspirantes, en los medicamentos sin receta, en las latas de refrescos y de cerveza (el aluminio de las latas se disuelve en la bebida), en la levadura en polvo, en los polvos para hacer pasteles, en el queso fundido y en otros productos y conservantes alimentarios.

Con el paso de los años, el aluminio se acumula en el cerebro, en los tejidos y, en menor cantidad, en los huesos. Provoca el deterioro del cerebro, su disfunción y el daño cerebral, debido a la obstrucción y reducción del flujo sanguíneo y del oxígeno por las arterias cerebrales. El cerebro se encoge a medida que las células cerebrales mueren, lo que provoca demencia. Los síntomas son, entre otros, arrebatos emocionales, paranoia, olvidos y pérdida de memoria, incoherencia en el habla, irritabilidad, disminución de la lucidez mental, cambios en la personalidad y capacidad reducida para tomar decisiones. Todos estos síntomas están en aumento, ya que hay más de 4 millones de estadounidenses afectados.

El deterioro cerebral y la demencia tardan décadas en causar daños graves y visibles. Sin embargo, con el tiempo la demencia es fatal. Actualmente se está utilizando incorrectamente la palabra «alzhéimer» como un término general aplicable a todos los tipos de demencia. Hace apenas unos días, la primera plana del New York Times presentaba el siguiente titular: «Cada vez más enfermos de demencia se extravían por las calles» [More with Dementia Wander from Home]. (13) Varias personas aquejadas de lo que el Times denominaba «alzhéimer» fueron entrevistadas, y una de ellas mencionó que «le habían diagnosticado la enfermedad de Alzheimer». Esto es evidentemente erróneo. La demencia de Alzheimer solo se puede diagnosticar con exactitud después de la muerte del paciente, cuando es posible realizar la autopsia. No obstante, la intoxicación por metales pesados se puede diagnosticar a través de un análisis de laboratorio, pero esto rara vez se hace en los chequeos médicos básicos.

Lo que nadie aborda en relación con el aumento de los casos de demencia son los más de 10 años que llevamos respirando nanofibras de vidrio revestidas de aluminio procedentes de las fumigaciones aéreas. Miles de millones de toneladas han sido rociadas sobre nuestras cabezas.

Con todas estas fuentes de aluminio añadidas al aire que inhalamos en cada respiración, la toxicidad acumulativa es muy alta. Incluso en nuestra vida diaria, resulta obvio (para cualquiera que preste atención) que muchas personas se comportan de una manera extraña. Si bien puede considerarse como una información «anecdótica», hay millones de personas cuyo comportamiento es extraño. Tan solo el año pasado hubo numerosas ocasiones en las que pregunté algo y recibí una respuesta que no tenía nada que ver con el tema en cuestión.

Cada vez hay más gente que pierde el control en los espacios públicos, que se pone a gritar sin razón aparente. Los niveles de violencia han aumentado. Fíjense en la cantidad de tiroteos que hay en las escuelas. También aumentan los accidentes de tráfico inexplicables, que nunca deberían haber ocurrido. Hace unas semanas, en un solo día fui testigo de tres accidentes de tráfico que no tenían por qué haber sucedido. Muchos sucesos de este tipo aparecen en los telediarios.

A esta carga que nuestro organismo soporta, ya de por sí sumamente tóxica, hay que añadir el uso de aluminio en los aerosoles por parte del ejército de los Estados Unidos. Se utiliza debido a su conductividad eléctrica, a su durabilidad y a su peso ligero. La Fuerza Aérea de los Estados Unidos informó en 1997 de que había soltado «2,6 millones de onzas de fajos de chaff». Los liberan los aviones militares en trayectos de entre 15 y 50 millas. (14) Otra pregunta sin respuesta: ¿Por qué la USAF no publica las cifras actualizadas?

Un informe de 2002 señala lo siguiente: «En los últimos 25 años, la Marina de los Estados Unidos [ha emitido a través de sus aviones] varios cientos de miles de libras de desechos [o CHAFF] aluminizados en las maniobras de vuelo llevadas a cabo en una zona de entrenamiento de la bahía de Chesapeake». (15) Si la Marina [US Navy] utilizó cientos de miles de libras solo en esta pequeña región de los Estados Unidos, ¿podemos deducir que se han emitido miles de millones de toneladas de nanopartículas de aluminio por todas las divisiones militares a lo largo de todo el territorio de los Estados Unidos y de Canadá, desde 2002 hasta el presente?

Se está almacenando CHAFF que contiene plomo. ¿Se habrá liberado sin nuestro conocimiento, añadido a los aerosoles? ¿Cómo será el daño, enorme pero invisible, que esto nos habrá causado a todos nosotros?

La doctora Hildegarde Staninger informó el año pasado de que «la exposición a las emisiones aéreas de nanomateriales compuestos provoca la inhibición de la colinesterasa«. (16) En el cuerpo humano existen tres tipos de colinesterasa: la del cerebro, la del plasma (fabricada por el hígado), y la de los glóbulos rojos. Algunos pesticidas y gases nerviosos (como el VX, un organofosforado) inhiben la colinesterasa. La inhibición crónica de esta enzima (que normalmente es transportada por los glóbulos rojos de la sangre), causada por la fumigación de estos aerosoles (para la modificación del tiempo atmosférico, pero también para erradicar los mosquitos y otros insectos), termina provocando una intoxicación crónica. Esta exposición es la causa de trastornos neurológicos graves en el cuerpo humano, entre ellos la parálisis.

En un ensayo revolucionario que fue publicado en Internet en 2003, el Dr. Kaye Kilburn preguntaba: «¿Por qué cerramos los ojos ante la lesión cerebral de origen químico?«. (17) En su artículo enumera 13 factores ocultos que influyen en nuestra disposición a creer que las sustancias químicas peligrosas sí que afectan al cerebro; algunos de dichos factores son los siguientes:

  1. «Todo está en tu cabeza» (es decir, la medicina alopática hace caso omiso de los síntomas reales).
  1. La resistencia a la vulnerabilidad (los individuos y la sociedad en su conjunto no pueden creer que el cerebro esté en peligro).
  1. La aprobación de los medicamentos con receta que alteran la mente (como el Paxil), que pueden perjudicar al cerebro y de hecho lo perjudican (millones de personas consumen antidepresivos: ¿qué daños a largo plazo ocasionará esto también en nuestro pensamiento cognitivo?).
  1. La lesión cerebral química no se considera «una amenaza inminente».
  1. La competencia con otras amenazas graves (lo que lleva a la indiferencia o a la negación).
  1. La demora en el reconocimiento de los riesgos para la salud.
  1. Los intereses económicos (las tácticas dilatorias de las grandes corporaciones son bien conocidas: el retraso en el reconocimiento de los riesgos hace que se sigan obteniendo beneficios y que se pase por alto la asunción de responsabilidades; todos somos sacrificables con tal de que las grandes empresas sigan obteniendo beneficios).
  1. El campo de la neurología ha tardado en considerar las causas (¿cuántos investigadores independientes que no guarden ningún vínculo con las empresas farmacéuticas o químicas quedan todavía?).

Todas son razones valiosas para no hacer frente a esta crisis humana, pero lo que el Dr. Kilburn no ha abordado directamente es la agresión crónica que supone la respiración o absorción de estos miles de millones de toneladas de sustancias químicas y metales pesados peligrosos en forma de aerosoles a lo largo de más de una década y sin que se nos haya pedido nuestro consentimiento. Cuando no se buscan ni se abordan las causas primarias, entonces se pueden encontrar otros culpables. Esto, unido al silencio o a la negativa a responder por parte del gobierno y a la complicidad de los medios de comunicación, conduce a una combinación extremadamente peligrosa que nos pone a todos en un grave riesgo a diario. Cuando la función cerebral se ve reducida, y se culpa a otros factores, cualquier población es más fácil de «controlar».

La investigación del Dr. Kilburn muestra claramente que los productos químicos afectan y perjudican seriamente al cerebro (y por tanto a la función cognitiva). Dichas sustancias (especialmente si recibimos una embestida diaria de productos químicos tóxicos durante muchos años) pueden dañar nuestra capacidad para pensar con claridad. Aunque nos resulte difícil de creer, las pruebas están ahí. El Dr. Kilburn ha desarrollado este ensayo en el libro La lesión cerebral de origen químico [Chemical Brain Injury, 1998], que es el primer libro que trata de la investigación en este campo.

Según el Dr. Kilburn, «la preservación del cerebro representa la única posibilidad de supervivencia para la humanidad. El hecho de que en muchas partes del país y en muchos pacientes individuales nos encontremos con que el funcionamiento del cerebro ha mermado mucho debido a los productos químicos, productos químicos que se han introducido en el medio ambiente básicamente en los últimos 50 años, es una mala noticia». (18)

Parece increíble que millones o miles de millones de personas puedan mirar hacia el cielo sin darse cuenta de los impresionantes cambios que se han producido a partir de lo que era, por ejemplo, a mediados de la década de 1990. Entonces nuestro cielo era de un espléndido color azul intenso y las nubes tenían una hermosa variedad de formas. El sol era espectacular. Pero puede que las personas menores de 30 años no recuerden verdaderamente haber visto a diario este magnífico panorama al mirar hacia arriba. La mayoría de ellas están demasiado ocupadas enviando mensajes de texto o chateando a través de sus teléfonos móviles.

También hay que tener en cuenta otras cuestiones: cada persona tiene su propia zona de confort, y la negación es una emoción humana muy poderosa. Con el ajetreo diario (tan difícil de controlar que no podemos dedicar ni un minuto a la reflexión), ¿cuántas personas miran al cielo?

También hace falta tener mucho valor y una voluntad interior muy fuerte para analizar la manipulación, motivada por razones políticas, que ejercen los medios controlados por las grandes empresas, y ponerse a buscar las respuestas verdaderas. A los seres humanos les gustan los hábitos rutinarios. El hecho de volver a analizar lo que creemos saber, sobre la base de nuevas pruebas, exige una voluntad de pensar de manera original; significa querer averiguar la verdad oponiéndose al doble lenguaje orwelliano tan extendido en nuestra sociedad. Si todo lo que nos rodea en nuestros quehaceres diarios contradice lo que realmente está pasando, se requiere una gran fortaleza para explorar lo desconocido, es decir, para poner en duda lo que se nos repite constantemente.

Otro valiente es el doctor R. Michael Castle, que sigue ocupándose de la cuestión de la toxicidad de las estelas químicas. Es un destacado químico, experto en polímeros, que ha sido entrevistado varias veces y que ha escrito artículos sobre el peligro extremo que entrañan las fumigaciones. El Dr. Castle también ha escrito un documento revolucionario, la Ley universal de preservación de la atmósfera [Universal Atmospheric Preservation Act o UAPA], que lleva en el Congreso desde 2008, pero que está paralizada por la comisión. Este texto legal vital solo podrá ser aprobado si en el Congreso tenemos representantes de verdad que nos representen de verdad (y no los grupos de presión corporativos). El texto se puede leer aquí:

http://anticcorruptionsociety.files.wordpress.com/2010/04/the-unified-atmospheric-preservation-act.pdf

Teniendo en cuenta todo esto, y que en nuestra decadente sociedad el fraude se da en niveles muy diferentes (el desastre financiero; las mentiras y engaños del gobierno y la Reserva Federal, que culpan a los ciudadanos de la pesadilla de las viviendas hipotecadas; el estado policial emergente; los desastres que afectan a nuestro frágil medio ambiente), cada vez es más difícil hacer frente a los quehaceres diarios y sobrevivir a la depresión económica y a sus efectos. Los medios de comunicación siguen prestándoles su apoyo y engañándonos. Millones de personas, como los famosos lemmings, se apresuran a unirse al grupo que se dirige al precipicio. Existen innumerables ejemplos históricos de esta locura colectiva.

Nosotros, los Homo sapiens [sic, ¿hombres inteligentes?], nunca llegamos a aprender las lecciones que nos han dado 5.000 años de historia, y esto ocurre porque cada nueva generación de líderes políticos corruptos (a menudo vinculada históricamente a las anteriores) no pone el verdadero interés de sus votantes en el centro fundamental de su actividad política. Además, el principio de precaución no se aplica. (19) Claro que el juego de la farsa política funciona de otro modo: la precaución no forma parte de una ecuación que está rota desde el principio. Los seres humanos son crédulos y quieren creer en los engaños orwellianos.

Y si, encima de esta pesada carga, les pedimos a personas desinformadas, aunque supuestamente «bien educadas» (¿qué significa eso en realidad, si en nuestra educación superior se ha omitido gran parte de lo que el profesor Peter Dale Scott denomina «acontecimientos políticos profundos», que son los que nunca llegan a aparecer en nuestros libros de historia?), que reconsideren lo que creen que saben acerca de lo que pasa en realidad… Esto exige una enorme fuerza interior, requiere un gran coraje. La base de este «coraje» en realidad estriba en la creación de nuevas vías sinápticas en el cerebro. Sin ellas, nos sentimos asustados, nerviosos, debido a que esas nuevas sinapsis aún no se han creado. Se requiere un esfuerzo repetido, y, por tanto, un sentido emergente de la tranquilidad, para crear estas nuevas sinapsis.

Pero si millones de personas consumen productos farmacéuticos que les han recetado para que «se calmen» (¿cómo afectará esto a largo plazo a su capacidad de pensar con claridad?) y, además, están respirando un aire envenenado repleto de sustancias químicas que trastocan el funcionamiento de la mente, entonces, ¿quién es capaz de pensar con un mínimo de claridad? ¿Cómo nos vamos a sentir bien y seguros, si el aire que respiramos está envenenado deliberadamente y está afectando a nuestra capacidad de pensar de manera contundente?

Ya es evidente que en la Administración nadie está dispuesto a decir la verdad. Estamos como Diógenes, que buscaba a un hombre honrado en la antigua Grecia. Nadie parece tener ni el deseo, ni el coraje, ni la autoridad necesarios para detener este envenenamiento masivo, porque es el plan secreto de la elite para destruir deliberadamente todo lo que una vez conocimos.

Nuestros derechos humanos básicos y nuestras leyes constitucionales e internacionales son papel mojado. Estos derechos y leyes han sido hechos pedazos por quienes están al mando, que lo han hecho en secreto. Debemos organizarnos pacíficamente. Pacíficamente es la palabra clave. Si los aviones militares y comerciales que perpetran estas agresiones con aerosoles en múltiples frentes pueden fumigarnos con estas sustancias tóxicas espeluznantes, año tras año, con impunidad y contra todas las leyes, entonces es absolutamente fundamental que nos organicemos de forma pacífica.

Como dice Peter Dale Scott en el nuevo DVD de Jason Bermas titulado Invisible Empire, «tenemos que utilizar Internet y nuestra pacífica inteligencia para aunar esfuerzos y terminar con esta pesadilla». Y podemos conseguirlo.

La doctora Ilya Sandra Perlingieri es la autora del aclamado libro La crisis uterina.

Notas:

1. See: www.ourstolenfuture.org

2. See Michael J. Murphy. “What in the World Are They Spraying?” March 3, 2010: www.countercurrents.org/murphy030310.htm ; and G. Edward Griffin. “Chemtrail vs. Contrail” April 14, 2010: www.youtube.com/watch?v=rsWpSPBwA-w

3. Carole Pellatt. Connections. “What’s going on in the air? Yes, we are being sprayed.” Aug. 8m 2007:

http://homepage.mac.com/carolepellatt/yeswearebeingsprayed ; and

http://homepage.mac.com/carolepellatt/MATRIX/INDEXCHEMTRAILS.html

4. See Pesticide Action Network North America [PANNA]: http://www.pesticideinfo.org/Detail_Chemical.jsp?Rec_Id=PC41174

5. March 12, 2010:

www.lightwatcher.com/chemtrails/text/faa_confirms_Chemtrails. An interesting conference at the University of California, San Diego [UCSD], “Atmospheric Aerosols: Health, Environment, and Climate Effects” addresses some of the cardio-vascular increases due to “atmospheric aerosols” but these academics never use the word Chemtrails. Yet, satellite photos they show clearly indicate the atmospheric impact of Chemtrails. See: Jan. 31, 2008: UCSD: www.youtube.com/watch?v=ztHV5RF-xyw

6. For numerous detailed reports, see: www.carnicom.com; www.carnicominstitute.org; www.bariumblues.com; and Dr. Marijah McCain. “Chemtrails and Barium Toxicity.” April 6, 2002: www.rense.com/general21/tox.htm ; Material Safety Data Sheet, University of Utah: www.chemtrails911.com/docs/bariumhealth.htm. This last cited website is very outdated. It does not address the increased amounts of barium now found in our air. Additional info: “Local News Station Confirms Barium in Chemtrails.” Nov. 10, 2007: www.youtube.com/watch?v=okB-489l6MI

7. See: www.newyorkskywatch.com; www.californiaskywatch.com ; www.arizonaskywatch.com

8. Heart Disease Facts. CDC; www.cdc.gov/heartdisease/facts.htm

9. www.heartandstroke.com/site/c.ikIQLcMWJtE/b.3483991/k.34A8/Statistics.htm#heartdisease

10. Asthma. CDC: www.cdc.gov/nchs/fastats/asthma.htm; and chronic bronchitis and emphysema: CDC: www.cdc.gov/nchs/fastats/copd.htm

11. Rosalind Peterson’s report: “The impacts of air pollution on health.” www.californiaskywatch.com/health_issues.htm

12. PANNA: www.pesticideinfo.org/Detail_Chemical.jsp?Rec_Id=PC33881

13. May 4, 2010: www.nytimes.com/2010/05/05/us/05search.html?hpw

14. [14. See: Rosalind Peterson. “Public and federal agencies concerned about the potentially harmful or undesirable effects of chaff on the environment.” www.californiaskywatch.com/documents/htmldocs/chaff_goa_dod.htm]

15. “Effects of Navy chaff release on aluminum levels in an area of the Chesapeake Bay.” PubMed. US National Library of Medicine. June 2002: www.ncbi.nl.nih.gov/pubmed/12061831

16. Sept. 7, 2009: www.hildegarde-staninger.com/exposure-to-aerial-emissions-html

17. Kaye H. Kilburn. “Why is Chemical Brain Injury Ignored. Pondering Causes and Risks.” Editorial. Archives of Environmental Health. March 1, 2003: www.mindfully.org/Health/2003/Chemical-Brain-Injury1mar03.htm

18. www.neuro-test.com/aboutKilburn/aboutKilburn.html

19. Dr. Ilya Sandra Perlingieri. “Worldwide Environmental Crisis. Gone Missing: The Precautionary Principle.” Global Research. Feb. 11, 2009: www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=12268

Artículo traducido por Conrad R.

Nota: Ilya Sandra Perlingieri falleció en octubre de 2013.

Nota: Este enlace conduce a una lista de artículos que versan sobre las fumigaciones clandestinas, la geoingeniería, la bioingeniería y sus efectos en los seres vivos.